¿Alguna vez te has sentido víctima, verdugo y culpable al tiempo, en la misma situación, como si fueras tres personas y todas tuvieran el mismo peso en ti?

Yo sí, ahora soy consciente de que “me siento víctima, verdugo y culpable cuando traspaso mis límites”.Esos pensamientos y emociones están en mí, los límites son míos, están mí, son mis valores, mis virtudes, creencias… Entonces, ¿por qué siendo algo mío, me hacían sentir así? Sencillamente porque no sabía lo que ahora sé.

Para quienes sigáis mi blog, no es nuevo que os diga que la familia, la prudencia, el esfuerzo, el compromiso, el respeto…son valores importantes en mi vida. Al igual que tengo valores muy afianzados en mí, tengo creencias que en ocasiones me limitan más que me potencian, ya he aprendido a identificarlas y cambiar las limitantes a potenciadoras. Os pongo un ejemplo:

Uno de mis valores: LA FAMILIA

Una creencia limitante: «Tengo que actuar como mi familia espera que lo haga para no decepcionarles».

Una creencia potenciadora: «Mi familia estará siempre ahí, somos nuestro árbol, cobijo…mi familia me acepta y quiere por ser yo; como yo les acepto y quiero a ellos por ser ellos».

Puesto el ejemplo, retomo el asunto de hoy “me siento víctima, culpable y verdugo, cuando traspaso mis límites”.

Los límites son nuestros valores. Cuando sentimos que corren “peligro” por alguien o algo, nos surge el miedo, incluso la tristeza, ambas emociones provocan el sentimiento de víctima porque siento que me están dañando. En ese momento, yo decido, si permitirme ese daño, quedarme inmóvil en mi victimismo,  o alejarlo de mí, de lo que lo esté provocando, actuar y salir de esa zona de confort. Si, ¿parece incongruente verdad?, pero sabéis que no lo es, todos conocemos a gente que se lamenta día tras día de su pena, de su tristeza, de ser víctima del sistema, de la pareja, de la familia, de la sociedad…pero solo se queja, no actúa. Se queda en el papel de víctima, su zona de confort.

Si por no saber reconocer ese sentimiento, emoción, pensamiento…o no querer salir de él, (a veces basta pedir ayuda para dar el primer paso, eso ya es querer salir) dejo que me enganche y se ancle en mí…me estaré convirtiendo en mi propio verdugo, porque soy yo quien elige victimizarse en lugar de continuar adelante. Soy yo quien se “regodea en su tristeza y miedo”,  perdiendo seguridad en mí misma; y seguirán agolpándose más emociones en mí, quizá el enfado y el asco, ¿hacia quien o lo que provocó el inicio de todo esto, o puede que hacia mí por permitirlo? Importante la respuesta que demos, porque aquí aparece el sentimiento de culpa, de forma inevitable nos culpamos por permitirnos traspasar nuestros límites, o culpamos a quien creemos que lo hizo.

De nuevo me pongo de ejemplo para explicarlo mejor:

Un valor importante para mí: el compromiso

Una creencia potenciadora: «el compromiso requiere esfuerzo y es una muestra de amor hacia uno mismo, hacia lo que se quiere».

Un hecho que traspasó límites: la falta de compromiso de una persona hacia mí, hacia su palabra.

Durante semanas me sentí:

  • Víctima: habían traspasado un límite importante para mí, el compromiso y el respeto a mi esfuerzo.
  • Verdugo: al tomar una decisión que rompía la relación entre nosotros.
  • Culpable: me culpaba a mí por no haberlo visto venir, por confiar ciegamente, …, y culpaba a la persona por su falta de honestidad, compromiso y respeto hacia mí. De hecho, el grado de culpa fue tal, que llegué al resentimiento (esto merece un post a parte)

No quería seguir teniendo esos sentimientos que me agotaban, mermando mi autoestima y no me dejaban avanzar. Con el tiempo y gracias, entre otros recursos,  a mi trabajo de coaching e inteligencia emocional, aprendí y trabajé durante semanas lo que es un C.A.P (acto de comprender, aceptar y perdonar). Comprendí que esos valores tan importantes para mí, igual para la otra persona no lo eran tanto, o los vivía de otra manera, o no los tenía…cada uno tenemos los nuestros; acepté mi decisión de romper la relación que me estaba asfixiando, y perdoné, me perdoné por juzgar verdugo a quien creí que me hacía víctima; y me perdoné por sentirme verdugo al dejar esa relación. Ese acto (C.A.P) fue tal  liberación, que os aseguro que mereció todo el esfuerzo, tiempo, emoción e intensidad puestos en ello, porque cuando vuelva a sentir que traspaso mis límites, tendré muy presente el aprendizaje que hoy he recordado com-partiendo con vosotros.

Solo cuando perdonamos, nos liberamos y podemos empezar de nuevo.

 

“El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar.”-Martin Luther King-

 

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