Muere en vida quien cada momento del día lo pasa en la angustia y depresión (viviendo en el pasado) o en la ansiedad y el estrés (pensando en el futuro). Morimos todos aquellos que no disfrutamos plenamente del AHORA, quienes no saboreamos cada instante de la vida.
Saborear cada instante de la vida…al escribirlo y leerlo me provoca un pensamiento de disfrute, “saborear” en mí es una creencia de algo rico, algo bueno, agradable, que me gusta y quiero mantener esa sensación…
Sin embargo, en mi vida he sido totalmente incoherente en esto. Muchas veces he tenido esos momentos de felicidad, de alegría, de plenitud que saborearía tan gustosamente de nuevo…y sin embargo en su momento no lo hice; estaba más pendiente de que durase esa sensación que de vivir la “por favor, que no acabe nunca”; “ya verás que pronto acaba, porque lo bueno dura poco”; “venga aprovecha”…ese tipo de pensamientos/palabras eran los que venían a mí mente.
En otros momentos, difíciles y muy duros de mi vida sí que me paraba, me regodeaba, me quedaba sintiendo ese miedo, victimismo, tristeza, negatividad…saboreando todo eso, dejando que se apoderase de mí como si fuera una persona masoquista que prefiriera sufrir a vivir la vida feliz y alegremente…
Nada más lejos de lo que quiero, sin embargo, me dejaba arrastrar por esos otros pensamientos de “lo bueno dura poco”, “la vida está hecha para sufrir”… ¿Por qué me gustaban esos pensamientos? No, para nada. Porque eran los que escuchaba en mi entorno, era algo habitual en las conversaciones que escuchaba y lo tomé como algo certero (creencia: todo aquello que creemos como algo certero, ante lo que que no oponemos duda alguna y que motivarán conductas y pensamientos).
Cuando actuamos, es siempre en base a un sentimiento provocado por una emoción y un pensamiento (todo ellos bañado por nuestros valores, creencias, virtudes…), lo hacemos de forma inconsciente, de una determinada manera, de forma repetitiva…es ahí cuando estamos adoptando un habito, una filosofía de vida. En mi caso, la de sufridora, luchadora, sacrificada, abnegada…Normalizaba situaciones que hoy en día he dejado de ver como habituales.
Para nada considero que la vida esté concebida para sufrir. Todo lo contrario, la vida está para que cada uno decidamos como vivir la, respetando mis creencias, mis valores, mis virtudes, mis metas, mis miedos, mis fortalezas…y las de todos los demás. Pero sin permitir que ello coarte mi libertad de pensamiento, sentimiento, emoción y cambio de creencia. Entendiendo que todo mi entorno vive de acuerdo a sus creencias, valores, miedos…y que todas son respetables e igual de válidas que las mías.
Yo no era mejor ni peor persona por pensar “lo bueno dura poco”; “la vida está hecha para sufrir”…soy quien soy. YO. Con la capacidad para decidir que esa creencia no la quiero en mi vida.
Yo creo que “la vida está hecha para disfrutarla”, “todos los días aprendo de mí misma, de todos los que me rodean, de lo bueno y de lo malo que sucede”, “lo bueno y lo malo duran todo lo que yo quiera y permita que estén en mí, en mis pensamientos”. Esas creencias potenciadoras, positivas, son las que reemplazan, por elección propia, las anteriores que me limitaban, me impedían ser feliz (proceso de cambio de creencias de inteligencia emocional).
Creo que igual que lavarme los dientes diariamente es un hábito adquirido por mi salud dental y fisiológica (una creencia que me viene de mis padres y más anterior aún, pero que comparto y con la que quiero seguir..); Creer/crear una actitud positiva, alegre, optimista y luchadora me darán el hábito de vivir la vida de forma que desee saborear cada instante de ella.
Viviendo la vida a cada minuto, sin sentir que me apago con el tiempo, si no que el tiempo reaviva la llama que soy.
“Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no escucha música, quien no halla encanto en si mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.
Muere lentamente quien se transforma en esclavo del habito, repitiendo todos los días los mismos senderos, quien no cambia de rutina, no se arriesga a vestir un nuevo color o no conversa con desconocidos.
Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones, aquellas que rescatan el brillo en los ojos y los corazones decaidos.
Muere lentamente quien no cambia de vida cuando está insatisfecho con su trabajo o su amor, quien no arriesga lo seguro por lo incierto
para ir detrás de un sueño,quien no se permite al menos una vez en la vida huir de los consejos sensatos” _ Pablo Neruda
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