«No se come sentando en la mesa” o “mientras que coma, como si se mete en la cama”
“No se salta en el sofá” ó “total, está ya para tirarlo, ya no le regaño más”
“Lávate los dientes después de comer” ó “total si son los de leche ya le obligaré …”
“No se discute con una persona mayor” ó “que aprenda a defenderse que hoy en día…”
“No me contradigas que soy tu madre/padre” ó “lo que tu digas, con tal de no oírte…”
“Como no te calles cobras” ó “si te callas te dejo jugar luego un rato a la consola”…
Las primeras suenan más tajantes y represoras (las que escuchábamos de nuestros padres y abuelos, yo tengo cuarenta años); las otras, puede que sean más adaptadas a los tiempos actuales.
¿Con cuál os identificáis más?, “una torta dada a tiempo…” o “ya aprenderá con las tortas que le de la vida”.
Os cuento mi creencia…


“Hablando se entiende la gente”. Y es aplicable a todos los tiempos, a todas las edades y entre cualquier interlocutor.
En ocasiones pensamos que si hablamos a una persona mayor tenemos que usar unas palabras, un tono, una locución…distintas a si hablamos a un niño. ¿Realmente son esos matices los que van a ayudar a comunicarnos mejor?.
Mi sincera opinión es que lo que nos comunica a todos, es hablar desde la honestidad, el compromiso y el respeto. Tres de los preceptos más importantes de la inteligencia emocional, aquella que nos confiere la capacidad para relacionaros con los demás, la consecución de metas y objetivos, el manejo del estrés o la superación de obstáculos.
Solo desde la inteligencia emocional somos capaces de mantener “relaciones sanas” con los demás, la empatía, algo imprescindible en nuestra vida diaria, sólo la conseguimos siendo capaces de comprender lo que puede estar pasando, sintiendo, pensando…la otra persona. Eso es empatía, y se adquiere desde la inteligencia emocional, no desde la inteligencia matemática ni ninguna otra.
Volvamos a los tres preceptos un momento:
Honestidad conmigo mismo, no pediré que hagan lo que yo no hago. En los ejemplos anteriores, si yo como por cualquier sitio de la casa, no será honesto que pida a mi hijo o marido que coma sentado a la mesa para no echar migas, por educación…igual si yo no me lavo los dientes…
Compromiso, si pido a alguien algo, tengo que hacerlo desde el compromiso conmigo mismo. En ejemplos anteriores, si no voy a darle un azote si no se calla, o no voy a dejarle jugar con la consola si se calla, no lo digo. Falto a mi compromiso. Estoy generando una expectativa en la otra persona “castigo o premio” en función a su comportamiento. Si no cumplo mi compromiso, mi palabra y credibilidad perderán efecto.

Respeto, hacia mí, y también hacia la otra persona. Si no soy capaz de respetarle, entender le, EMPATIZAR, la comunicación real, la conexión, no tendrá lugar.
Esto genera emociones; al emisor de la frase frustración y desmotivación; al receptor (falta de respeto, de credibilidad hacia mi si no cumplo)
Ya he contado en otros post que para que exista una coherencia de vida y comportamiento “pienso, digo y hago” van en ese orden y han de ser coherentes. Eso que hago, siempre, sea quien sea y esté donde esté tiene un “¿para qué?” que es mi “meta/objetivo”; y eso que deseo conseguir “meta/objetivo siempre está relacionado con cubrir una necesidad.
Las necesidades según Maslow son las siguiente y toda necesidad cubre una emoción (miedo a no tener comida, casa…; amor al cubrir las de afecto, familia, amigos; …). Siempre la emoción entrará en conflicto cuando estemos carentes de algo, o sintamos que estamos en peligro de perderlo…
Resultado de imagen de las necesidades de maslow
Por seguir con algún ejemplo de los anteriores, cojamos por ejemplo la frase:
“No se discute con una persona mayor”…ahí el pensamiento es “respeta”, la frase es lo que he dicho, y el ¿hago?…¿yo no discuto con personas mayores?, ¿ni en casa, ni en el trabajo, ni en la cola de la panadería, ni en un atasco, ni si me dan un golpe al coche…?
Seguramente sí, probablemente en alguna ocasión discuta, sin embargo, no siento que esté perdiendo el respeto a la otra persona, porque igual discutir es hablar, intercambiar opiniones, dialogar escuchando al otro y expresando mi opinión y sentimientos, desde esa honestidad, compromiso y respeto que os decía.
Luego, ¿qué pasa con mi frase “no se discute con una persona mayor”? que es muy tajante, es una orden, sin una explicación del para qué la digo y qué necesito. Si esta frase es de un padre a un hijo, por ejemplo, lo que el padre está buscando (meta/objetivo) es educar a su hijo, pidiéndole respeto. Pero no le explica nada, solo “dice”, cuando igual vienen del colegio y el niño ha visto a su padre discutir con otro padre por el aparcamiento del coche…podría ser.
Cómo cambiaría la situación si la frase fuera “Si quieres que te escuche vamos a hablar, los dos, sin alterarnos, tú me cuentas tu opinión y yo te cuento la mía. Si hay falta de respeto yo no te voy a escuchar, y entenderé que tu a mí tampoco. Sin respeto no se puede hablar con nadie”…
Esto en ambiente familiar, ¿pero y en el trabajo? ¿Cuántas veces hemos callado pensando que por ser nuestro jefe tenemos que callar y no debatir un tema?…pues tantas veces como de pequeños escuchamos “no se discute con una persona mayor”.
Así de fuerte nos pueden calar las frases que nos digan u oigamos en otros entornos, creando surcos neuronales y emociones que nos hagan en lugar de respetuosos, miedosos, silenciosos…
La educación para mí no es dar órdenes porque si, es comunicarnos con los demás desde nuestra necesidad de ser entendidos para algo, y puesto que soy yo quien necesita algo, tendré que comunicarlo desde mi honestidad, compromiso y respeto. Tres valores que el interlocutor reconocerá y será entonces cuando se genere el clima ideal para una buena comunicación, base de toda educación.

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