Sí, así me encuentro, serena, equilibrada…no soy aquella persona que todo lo llevaba a lo personal y lo discutía, lo defendía hasta la extenuación, hasta perder el tono y en alguna ocasión las formas…
Ahora soy más tranquila, soy muy consciente de cuáles son mis ideas, mis opiniones, mis creencias, mis valores… pero ya no necesito anteponerlos a los de los demás. No. Ahora simplemente me muestro, explico sí creo oportuno, desde la más absoluta tranquilidad lo que opino al respecto y lo dejo estar. Escucho al resto de las personas y entiendo que para ellos sus palabras son las que expresan sus creencias y por tanto su verdad. Y respeto.
¿Cuándo he pasado de una forma de ser a otra?
En realidad la personalidad de cada uno de nosotros la conforman nuestro temperamento y nuestro carácter.
El temperamento es algo con lo que nacemos, va en nuestro ADN, como el tener los ojos de un color u otro (para más información podéis leer sobre los cuatro temperamentos de Hipócrates); sin embargo el carácter se va forjando en nosotros poco a poco, a medida que vamos teniendo experiencias de vida (colegio, amigos, profesores, compañeros de trabajo, vivencias emocionales…). Así, en nuestra infancia somos 80% temperamento y 20% carácter…y poco a poco, llegamos a ser adultos, y ahí se invierten, nuestro temperamento pasa a ser un 20% y el carácter a ser un 80% de nuestra personalidad.
Por eso oímos a los expertos en psicología decir “la adolescencia es una edad complicada”; es ahí donde se va a forjar de forma más sólida la personalidad del adolescente, es la etapa de su vida en la que inicia a crear su carácter (aunque su temperamento, el que le ha venido “de serie” seguirá estando siempre como el pilar sobre el que forjar dicho carácter). Por ello es importante que observemos el temperamento de nuestros peques, porque les acompañara en la toma de decisiones, en las conductas …en su día a día mientras va madurando y viviendo (forjando su carácter) y la suma de todo ello le hará único, le dará su personalidad.
¿Pero es algo inamovible? No, en absoluto. Iniciaba este artículo con una reflexión mía…¿en qué momento dejé de tener un carácter más fuerte, agresivo, crítico, peleón…para pasar a ser una persona con las ideas claras, segura de sus valores (temperamento) y serena a la hora de exponer sus ideas y no entrar en debates y discusiones interminables por querer convencer a los demás de que mis ideas son las buenas…
Pues después de escribir sobre ello, lo sé…mi temperamento sigue estando, pero la vida me enseñó a los veinticuatro años, que estando callada, paralizada, sufriendo…era igual o más escuchada que antes, sabían lo que necesitaba y lo que no, lo que quería y lo que no…la quietud que me impuso la vida, a través de una enfermedad, me hizo darme cuenta de que los silencios a veces están llenos de palabras, de que no la voz más alta es la más verdadera ni la que más se oye, que mi tenacidad por ser visible, escuchada, tenida en cuenta, …no había tenido el resultado que yo quería cuando me sentía vital y sin embargo, esos meses de cama me dieron otra visión de la vida.
Desde entonces comencé a admirar a ese tipo de personas que con un tono de voz cercano, casi inaudible…te transmiten tanto, te llegan tanto…Mi jefe de entonces, Félix, siempre con una sonrisa en la cara, hasta en los momentos más duros que por su cargo tenía que afrontar no gritó jamás, no se dirigió a nadie nunca haciendo ostentación de su cargo ni de sus ideas. Nos pedía opinión siempre…Y en casa, ¿tenía esos ejemplos? Por supuesto, el de mis padres que siempre hablaban conmigo para hacerme entender las cosas o para que yo les contara mi postura u opinión. Pero en esa época de mi vida, mi zona de confort era mi casa, sin embargo, cuando obtuve mi primer trabajo, me sentí “indefensa” y creía que “atacando” me haría mi sitio. Fue en ese primer trabajo en el que sufrí la enfermedad, mi carácter cambió, volví con otra personalidad (mismo temperamento, pero carácter más calmado, tolerante, dialogan te…) y comencé poco a poco a ir equilibrándome, sosegando me…
Como muchos de vosotros he ido cambiando de trabajo, pero en esa área de mi vida, para mí el más difícil, mi carácter ha ido evolucionando en ese camino, y por tanto mi personalidad. Hasta llegara a este punto de serenidad y tranquilidad.
A los veinticuatro años mi manera de percibir la vida cambió, mi temperamento sigue ahí, pero mi carácter se dulcificó, ya no discuto, ni me enfado, ni me en enfrento…por mis creencias, opiniones, …ahora simplemente vivo y dejo vivir, y estoy serena, tranquila, sabiendo quien soy y dejando que aquellos que quieran saberlo…lo sepan.
Serena com-partiendo cada día con mis seres queridos.
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